Una noche fria de Enero,
donde los suelos mojados estaban,
alguien corria entre la niebla.
Un joven de inmensos ojos,
atizado por el aire de la noche.
Sus nudillos manchados de
sangre, apoyados sobre la
fria y dura piedra.
Sus lagrimas caian encima
de sus mejillas. Su cara
no es visible, la
esconde su mirada. Corazón
triste, apesadumbrado,
solo desea correr. Frío ya no siente,
miedo no tiene, solo desea
seguir y seguir corriendo.
Aunque el cielo gris se encuentra.
Las gotas ya no caen. Sin embargo,
el sigue llorando. Triste y solo se
encuentra pero, ya no le importa.
A cada paso su silueta se pierde
ente la niebla, de el ya no queda
nada, salvo unas huellas difusas,
en los charcos mojados.
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