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martes, 3 de marzo de 2015

El dolor del Adiós

Últimamente he pensado mucho en el dolor, ese dolor que siento de vez en cuando, que aparece sin ser visto, ni escuchado, aquel que comencé a sentir cuando te fuiste. A pesar de ello, se que sentirlo me demuestra que exististe en mi vida, que no fuiste una ilusión o un sueño. Prefiero el dolor, la huella de tu amor, que el vació y la duda de tu existencia.
 ¿Por que resulta tan difícil decir adiós?
A mi nunca me han gustado las despedidas, no tanto por la marcha, sino por esa incertidumbre de no saber cuando volverás a verle, o si alguna vez  realmente lo harás. Pero, aunque decir adiós es duro, hay algo más dulce y a la vez más amargo, es darte cuenta de la suerte que tienes de haberle conocido.
¿Por que si el mundo es tan grande, con 7 mil millones de personas, que posibilidades había de que coincidierais en el mismo país, en el mismo municipio, en el mismo barrio, en el mismo colegio?
Las casualidades existen, pero, ¿tantas a la vez?
Puede que fuera destino, azar, casualidad, o algo más grande como una fuerza divina o algo así. Sin embargo, fuera lo fuera ocurrió, paso así de repente, como quien le toca la lotería.
Cada día me siento menos triste, y el dolor se apaga como una vela se consume, y es porque amar te cambia, te transforma, te vuelve diferente, y después del dolor, de las lagrimas, queda lo bueno, los momentos especiales, y agradeces a haber vivido, haber amado con tanta intensidad que dolía.
Puede que los finales felices no siempre puedan ser posibles, o que la vida no sea exactamente como una película, pero vivir es uno de los mayores regalos que hay, y aunque mi vida este lejos de ser perfecta, tengo algo que muchos no tienen, tiempo.

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